Estamos en construcción, disculpe usted las molestias... o no.

 

¿De que va VadeMACum?

Allá por mil novecientos ochenta y cinco conocí un primer Mac, un Plus creo recordar.

Yo trabajaba en un periódico local muy humilde, que, locos ellos, pensaron en comprar un ordenador, — hasta ese momento yo lo montaba a mano a base de artículos escritos en una Olivetti eléctrica —, y el candidato fue un Mac, pero dado su precio acabamos maquetando con Ventura Publisher en un Inves turbo 8 Mhz.

Hasta el ochenta y nueve no volví a tocar un Mac y mi primera máquina propia fue un LC II en el noventa y dos.

Desde entonces, como cualquier otra obsesión, lo leí, escuche, pregunte y aprendí todo o casi todo lo que pude sobre aquellos bichos grises, creados pensando en quién los utilizaría y no en quién los vendería.

Hoy, aquella entrañable manzana de colores ha cambiado, y con el arco iris también se ha descolorido el ínteres por el usuario. Apple crea máquinas maravillosas, sí, pero ajenas, más cercanas a los “victim tech” y los ingenieros que al currito y el artista.

Y todo el mundo parece muy contento de como se hacen las cosas en Cupertino.

¿Donde esta la crítica? antes tan comun, pues no lo se, pero hasta que Apple me pague como evangelista, yo diré aquí lo que pienso, y probablemente escueza más de un Makero por poco pertinente, pero creo que la crítica es saludable y solo molestan las verdades incómodas.

Así que desde mi larga experiencia de usuario seré impertinente.

martes, 14 de abril de 2009

Peligroso virus que afecta a los usuarios de Macintosh.


¿Y para que coño quieres tanto trasto?


Cuantas veces me lo han preguntado. ¿Y a vosotros?, ¿Os suena?


Para que sirve tanto viejo cacharro que ya no usas y que ni siquiera funcionan —bueno, eso lo dirás tu, pienso para el cuello de mi camisa —.


¿A vosotros no os dicen esto?, y quien dice algo así, dice que es un horror tener la estantería llena de trastos, o ese cuarto es una leonera cuando podría estar más arregladito, o que al trastero ya no se le puede abrir la puerta.

Absurdo donde los halla, porque para llenar un trastero hasta el punto de no poder abrir la puerta, habría que haberlo llenado por la puerta abierta, con lo que no se hubiera podido cerrar, ¡si se puede cerrar se puede abrir, que coño! 


Y cuando nos dicen estas cosas no comprenden que en realidad es una enfermedad.

Una rara variante del síndrome de Diógenes, como decía un amigo el otro día.

Pero lo es, una enfermedad, un virus lento, de difícil contagio pero que resulta implacable al contraerlo y que es imposible de eliminar de la corriente sanguínea.


Hablo del Maquerismo — o Makerismo, en su variante más aguda —.


¿En que consiste?


Bueno, es callado, sigiloso, lento. Se contagia de forma muy difícil, no todos lo contraen, hay gente inmune  — inmunes también a la belleza de una puesta de sol, pero eso es otro tema —.

Hay mucha gente que se compra un Apple y no padecen la enfermedad. Hay muchos que tiene no uno, ni dos, sino varios Mac y nunca son infectados.


Compran una máquina, la usan, y la venden, regalan o tiran a la basura — ¡aaag! — cuando adquieren otra nueva y listo. Sin pudor, ni la más mínima noción hacer algo impropio.


Pero ellos no están enfermos.


Creo que debe tener algún componente de tipo genético, probablemente neuronal. Porque puede manifestarse de golpe, con solo ver un Macintosh. O pueden pasar años en estado latente antes de desarrollarse la enfermedad.

Tampoco tiene que ver con  la edad, conozco a un octogenario que nunca había usado nada más complejo que una máquina de escribir y que adora su IMac (17).


Tiene que haber algún tipo de predisposición, pero se tanto de microbiología genética como de la poda del rododendro común, así que no lo se.


Lo que si se es como se desarrolla la enfermedad.


Primero es un estremecimiento. Un temblor que que nos recorre la espalda un día, al abrir el embalaje de un Mac. Que no tiene porque ser el primero que llega a casa, ni tiene porque tan siquiera ser nuestro.

Pero algo se conmueve en nuestro interior, algo se rompe… o se se arregla, valla usted       a saber.


Las manos sudan y sentimos un renovado interés por ese trozo de plástico y metal,            es como si lo viéramos por primera vez, que así es, pero no. Es verlo con otros ojos.


Luego te sorprendes a ti mismo admirado ante pequeños detalles; una carcasa firmada por su diseñador, una tapita que esconde los puertos, una manzana que palpita en reposo o un teclado que brilla mágicamente en la oscuridad.


¡Que píjotadas tiene esos de Apple!


Si, es cierto, te avergüenzas un poco de sentir lo que sientes por detalles que los demás consideran chorraditas de pijos tecnológicos, pero para un infectado… tienen otro valor muy distinto.

Provocan descargas de adrenalina, de endorfinas, que te hacen sentir algo muy distinto a lo que sienten los demás.


No, no es el placer de lo nuevo, no es la infantil ilusión por abrir paquetes con lazos. Porque esa sensación solo la tienes con los Mac, no con cualquier otra cosa nueva. Ni siquiera un flamante coche nuevo te hace sentir igual. Es distinto. Es la enfermedad.


El enfermo entonces comienza a cumular información acerca de sus… ¿como llamarlos?, ¿objetos de deseo?, ¿compulsiones?


Compra revistas, libros, manuales. Visita güeb. Consulta foros. Conoce a otro enfermos como él, en distintos estadios de la enfermedad. Con un cierto efecto de retroalimentación, se va reinfectando con el contacto con otros enfermos.

A lo largo del proceso. Semanas tal vez, años quizás. Empieza entender como están hechos los mac.


Un usuario común, de cualquier plataforma, suele tener una actitud más neutra con sus máquinas. Son eso, máquinas. Las usa y las tira. Si no funcionan bien, las lleva a un técnico o las cambia directamente. En muchos caso las arrincona y simplemente deja de usarlas.


Un infectado no, mueve Roma con San Pedro para encontrar la solución, para poner en forma su querida máquina y acaba por pasar a la siguiente fase de la enfermedad; 

¡La abre!


Un enfermo de Maquerismo abre sus máquinas, las inspecciona, se admira de lo bien hechas que están, lo bien diseñadas, el mimo con que los ingenieros han cuidado cada mínimo detalle de su construcción.

Opina. Es otro síntoma de infección. Que si en un par de meses no ha fallado, un Mac ya no falla nunca, así que… ¿Porque no va a curiosearlo por dentro? 


Y al carajo la garantía.


Algunos enfermos, tras años de usar otras máquinas, al contraer la enfermedad sufren síntomas más virulentos, dicen, no si cierta razón, que en la mayoría de las otras máquinas parece que alguien ha metido los componentes en una caja y tras agitarla, ahí donde quedara cada cosa, en esa misma posición lo montan en la carcasa del aparato.


Los Mac no, los Mac, salvo alguna honrosa excepción, están muy bien pensados.


Al maquero le gusta su máquina tanto por fuera como por dentro, le gusta ver sus tripas y se sonríe al saber que hay gente que “atunea” los PC para que que “molen” y los hacen transparentes, con neones y ventiladores y… Y se ríen porque piensan que si vieran un Mac por dentro ya no querrían enseñar las tripas de sus engendros.


El enfermo se vuelve radical. Desarrolla alergia al PC y al “imperio del mal del señor oscuro puertas”.


Comienza mirar las otras máquinas con sorna y a sus usuarios con paternalismo.


Durante un tiempo, discute y polemiza con todo dios para evangelizar y predicar la verdad revelada de la manzana de Newton.

Pero esta fase acaba pronto, la supera y deja de discutir. Para que intentar convencer a nadie, allá cada uno con su cada cual.

Además, Apple no le paga por evangelizar.

De hecho, se desarrolla una actitud de ambivalencia. Entre el amor y el odio. Se adoran ciertas cosas de Apple pero se odian otras. Puede amarse el Mac pero odiar a Marco y el mono Amelio.

Por un tiempo se piensa que La Manzana es dios y Jobs su profeta, pero se evoluciona y se le coge alergia. A Jobs, me refiero.


Un maquero odiaba los Imac, los G3 y G4, decía que seguiría con su 7600 —ampliado a G4 — hasta que los cambiasen, le hubieran encantado los G5, pero murió antes de que los vendieran.


Amor y odio al Mac y a Apple, hasta la muerte, eso es el virus, sin duda.


Y el enfermo pasa al siguiente fase; ¡El trasteo!


Tras abrir su Mac, lo monta y desmonta, acaba por conocer cada rincón de su máquina, que en cierta forma se vuelve una extensión de su propio pellejo.

Y aprende a modificarla, arreglarla, ampliarla.


Los maqueros, con el tiempo, se vuelven pequeños expertos en informática e ingeniería, aunque originalmente fueran pescaderos.

Se vuelven unos manitas.

La gente que les rodea pasan de la preocupación a la satisfacción. Por fin esa manía de los Mac tiene un resultado útil. Un manitas en casa. 


Pero el enfermo es manitas con su Mac, no necesariamente con la fontanería, y menos con los PC.


En algunos casos extremadamente graves, el infectado hace autenticas obras de ingeniería para “mejorar” su máquina, con el incomprensible deseo de hacerla durar más tiempo.

¿En una sociedad de usar y tirar?, ¡que sacrilegio!


Ese es otro de los síntomas inequívocos de que la enfermedad avanza. Mientras la industria y la sociedad en general pretende que cambiemos de máquina cada seis meses o cada año, como mucho, un maquero hace durar su máquina durante lustros enteros. ¿Cabe ahora alguna duda de lo dañina socialmente que es esta enfermedad?


Más aún, no sustituyen su vieja máquina por otra flamante. ¡Nunca! Le hace sitio en la mesa, en el rincón de la casa dedicada al ordenador, cada vez más abarrotado, y las colocan juntas.


A veces con la excusa de montar una intranet, otras porque así tiene un servidor          de impresión aparte. A veces porque va muy bien como fax inteligente, como reproductor de aúdio o vídeo o para tostar cd y dvd mientras se hacen otras cosas.

O con fútiles excusas emotivas sobre el valor sentimental de un cacharro.


En el fondo la excusa no importa.


El caso es que el comportamiento del enfermo ya se ha desviado del lo considerado normal.(?) Ya no tira los viejos aparatos al sustituirlo por los nuevos, sino que lo guarda, y muchas veces sigue usándolos todos, pese a estar obsoleto según mandan los cánones mercadotécnicos.


De ahí a la ultima y más grave fase de la enfermedad, a volverse un coleccionista de Mac, media muy poco.


La tercera máquina se pone al lado de la cuarta y la quinta encima de la tercera…


Los allegados del enfermo ya solo tienen dos posibles opciones, aceptarlo y convivir con ello o dejarlo por imposible y huir por la derecha.


¡Ah, si lo hubieran puesto en tratamiento a tiempo!


Cuanto daño provoca el retraso en los diagnósticos.


A un enfermo, si su pareja —de igual o distinto sexo—, harta de tanto cacharro, le plantea un ultimátum y le da a elegir entre sus cacharros y la pareja…

En fin, resulta una magnifica prueba del siete para un matrimonio, —con o sin papeles, que de todo hay—, porque el enfermo, lejos de reaccionar como su pareja espera y decir que es esa persona lo más importante de su vida y tal y tal… se cuelga, como un Mac en presencia de un güindos, —¡que va!, hasta güindos funciona mejor en un mac, para desesperación de Gillermito Puertas —, se le pone la mirada vidriosa, se queda pensativo y cuando se le pregunta ¿qué?, qué decide, contesta mirando sus queridos Mac; “espera un momento, lo estoy pensando”.


¿Tiran más dos tetas que dos carretas?, quizás sí, pero que las interesadas sepan que para un enfermo, dos Mac son mucho más poderosos que el mayor bulldozer.


Un enfermo no abandonara jamas sus Mac. Que todo el mundo lo sepa.


Hasta llegar a este punto de la enfermedad, puede que halla prestado alguna máquina, las halla regalado, incluso puede haber llegado a vender alguna. Las menos queridas.


Pero se produce en algún momento la catarsis y la enfermedad entra en crisis aguda.


Y, a partir de ese instante, de ese momento de revelación para el enfermo, cuando de repente, por esta discusión con su pareja o por cualquier otra situación que pueda darse por pura coincidencia.

A fin de cuanta no será más que un puro mecanismo detonante. 

Toma conciencia de su condición de maquero agudo crónico.


A partir de ese momento ya no hay vuelta atrás. Bueno, creo que no hay vuelta atrás en ningún momento, pero dicen. Que dicen. Que alguien. En algún lugar. Conoció a alguien que dicen que se curo, pero dicen que dicen tantas cosas que no digo nada al respecto.


Ya no solo escribirá en foros de usuarios, ya no solo leerá e investigara todo lo habido y por haber sobre sus queridas máquinas, ya no solo las renovara, comprara y recomendara. Ya no solo acumulara información y materiales relacionados con sus máquinas.


A partir de ese instante de clarividencia irá más lejos, comprara o pedirá o recogerá máquinas viejas. Piezas de desguace y basurero para unos y joyas arqueológicas para él. Que acabaran por llenar cada centímetro de espacio disponible en su hogar, para desesperación de su pareja y familiares cercanos que, o se resignan, o le abandonan.


O se infectan también ellos mismos del virus ya que convivir con un enfermo largo tiempo produce, o bien rechazo e inmunidad, o bien, irremediable contagio.


A partir de entonces, su tiempo libre pasara entre emuladores de viejos sistemas operativos, trucos para restaurar máquinas, búsqueda de piezas más o menos originales, recopilación de programas obsoletos…


Soñara con un Vigésimoprimer Aniversario.


La familia acabara por abandonarle o considerar que es una afición como otra cualquiera, que hay gente “pa to” y hay quien colecciona sellos o coches de caballos, pero él colecciona Mac.


Pero a fin de cuentas es un virus: Maquerismo Agudo.


Y por eso debe existir esta página y similares, para que los enfermos más graves consigamos nuestra dosis de reliquias y podamos seguir adelante con nuestro solitario vicio inconfesable.


Porque, como en todas las enfermedades graves e incurables, un entorno de apoyo y comprensión, es fundamental para que el enfermo sobrelleve su mal.


He dicho. 

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